LA PROMESA IDÍLICA QUE NADIE DEBERÍA HACERTE
En este artículo, quiero compartir contigo una opinión personal y profesional sobre una idea arriesgada y generalizada sobre la resolución de conflictos en general y entre madres e hijas en particular.
¿Por qué quiero compartirla contigo? Porque creo que se da una visión distorsionada sobre la forma de afrontar los problemas en este tipo de relaciones. Pero, antes de desvelarte nada, deja que te ponga en contexto.
«¿Tiene solución?»
«¿Podremos reconciliarnos algún día?»
«¿Seré capaz de arreglar esto y dejar nuestro pasado atrás?»
«¿Llegará el momento en el que pueden tratarnos como una madre e hija como otra cualquiera?»
Esas son solo algunas de las preguntas con las que me encuentro con frecuencia entre las mujeres que tienen que ponerle punto y final a la relación problemática que tienen con sus madres, pero ¿de qué manera?
Muchas de ellas se plantean la duda de si todos los conflictos acaban en reconciliación o no. En un reencuentro emocionante que cierre viejas heridas y les permite mirar hacia delante como personas renovadas, cueste lo que cueste.
Si tú también te lo establece preguntando, aquí te doy mi respuesta: no todos los conflictos pueden terminar en una reconciliación idílica con la otra persona. Y si alguien te afirma lo contrario, te recomiendo que busques una segunda opinión.
Esto tiene una explicación muy razonable.
Es normal que, cuando se muestra el paso de cambiar la dinámica en una relación que nos ha causado dolor o ansiedad durante mucho tiempo, que ver el final de la historia incluso antes de dar el primer paso. Y es inevitable no desear que ese mar final uno de los buenos, que culturalmente nos han hecho creer que debemos estar ligadas a nuestras madres ante cualquier circunstancia.
Lo cierto es que no siempre es así.
Sin duda, siempre que sea posible, hay que buscar el camino que más nos ayude a hacer frente a ese conflicto de manera sana y positiva. Pero, a veces, hay vínculos que nos hacen más daño del que podemos permitirnos. Hay casos en los que se han sobrepasado ciertos límites o que simplemente nos superan y ya no podemos soportar esa carga emocional (e incluso física) durante más tiempo.
En esos casos en los que hay que esforzarse por mantener una relación abierta que nos produce más daño que la felicidad y progreso, hay que replantearse si estamos tomando la decisión correcta.
Cortar los lazos que nos unen a familiares, en especial a nuestra madre, puede ser una de las decisiones más complicadas que debas tomar en la vida. Aunque eso no significa que, en ocasiones, no es necesario para avanzar y sanarnos emocionalmente.
Puede ser una decisión dura, por supuesto, pero también puede ser la decisión más adecuada.
Puede que lo que necesites para aprender a dominar tu forma de reaccionar ante los conflictos sin que estos te pasen factura no sea un final feliz con esa persona, sino contigo misma. Puede que ese final consista en llegar a una etapa de paz y confianza que no nos haga codificar cada vez que surge un desacuerdo con alguien a quien apreciamos o de nuestro entorno más cercano.
Por eso, no creo que prometer una reconciliación idílica sea lo más acertado cuando tu objetivo es ayudar a otra persona a superar esos desafíos de forma eficaz. Y, por eso, siempre procuro tener en mente mis valores: el respeto, el compromiso y la honestidad.
Si crees que esta forma de ver la gestión positiva de conflictos va contigo y tú tampoco quieres que te hagan promesas borrosas, puedes concertar conmigo una sesión de orientación gratuita y buscaremos la mejor manera de trabajar tus conflictos.
¡Nos vemos en el próximo artículo!